Tengo que trabajar en la geografía de los volcanes
De la desolación a la ruina
del tiempo de Lot a Hiroshima
Cual si nunca hubiera vivido
con un deseo que sigo por saber
Tal vez el Ahora se movió un poco más allá
y el Ayer se acercó
Así que le tomo la mano al Ahora y
camino por la costura de la historia
evitando el tiempo cíclico
con su caos de chivos montaraces
¿Cómo puedo salvar mi mañana?
¿Con la velocidad del tiempo electrónico
o con la lentitud de las caravanas de mi desierto?
Tengo trabajo hasta que me llegue el fin
como si no fuera a ver el mañana
tengo que trabajar por el hoy que no está aquí
Así que escucho
suave muy suave
El pulso de hormiga de mi corazón…
sábado, 30 de junio de 2012
Mahmoud Darwish
John Berger y Bejan Matur
SUEÑO DE LA TIERRA, Bejan Matur
En su soledad, el cielo nocturno
se preguntaba
¿por qué estas estrellas?
¿Por qué la voz que aúlla en mi corazón de tinieblas?
Cuando las voces se desvanezcan
¿qué quedará
sino la estrechez que ahoga mi alma?
Si la estrella polar se desplazara
un segundo de su sitio,
¿se perdería el pescador?
¿Se olvidaría el pastor de su silbido?
Quizás nada de nada,
nada puede cambiar mi verdad.
Soy el sueño de la tierra.
El hombre que termina su sueño
verá, al despertarse,
que la verdadera oscuridad queda más lejos.
Cuando abro la cartera
para enseñar el carné
para pagar algo
o para consultar el horario de trenes
te miro.
El polen de la flor
es más viejo que las montañas
Aravis es joven
para ser una montaña.
Los óvulos de la flor
seguirán desgranándose
cuando Aravis, ya vieja,
no sea más que una colina.
La flor en el corazón
de la cartera, la fuerza
de lo que vive en nosotros
sobrevive a la montaña.
Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos.
En su soledad, el cielo nocturno
se preguntaba
¿por qué estas estrellas?
¿Por qué la voz que aúlla en mi corazón de tinieblas?
Cuando las voces se desvanezcan
¿qué quedará
sino la estrechez que ahoga mi alma?
Si la estrella polar se desplazara
un segundo de su sitio,
¿se perdería el pescador?
¿Se olvidaría el pastor de su silbido?
Quizás nada de nada,
nada puede cambiar mi verdad.
Soy el sueño de la tierra.
El hombre que termina su sueño
verá, al despertarse,
que la verdadera oscuridad queda más lejos.
LA FLOR EN
EL CORAZÓN, John Berger
Cuando abro la cartera
para enseñar el carné
para pagar algo
o para consultar el horario de trenes
te miro.
El polen de la flor
es más viejo que las montañas
Aravis es joven
para ser una montaña.
Los óvulos de la flor
seguirán desgranándose
cuando Aravis, ya vieja,
no sea más que una colina.
La flor en el corazón
de la cartera, la fuerza
de lo que vive en nosotros
sobrevive a la montaña.
Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos.
domingo, 17 de junio de 2012
Cadáver exquisito sin límites
A raíz del texto que escribí en mi última entrada ("Quién te pidió a ti..."), mi creadora y creativa amiga Pepi ha escrito este maravilloso poema (si me permites llamarlo así), como la continuación de un cadáver exquisito que sólo acaba de nacer(paradójicamente).
Desde ahora, invito también a cualquier persona a continuarlo, a romper los límites, a salir de las palabras si es preciso y divagar dentro y fuera de las infinitas posibilidades que nuestra creatividad, desesperada por liberarse, nos brinde...
Desde ahora, invito también a cualquier persona a continuarlo, a romper los límites, a salir de las palabras si es preciso y divagar dentro y fuera de las infinitas posibilidades que nuestra creatividad, desesperada por liberarse, nos brinde...
¿ Quién te pidió mirar por la ventana y dudar de tu infinita libertad?
El miedo te pidió mirar por la ventana y dudar de tu infinita libertad
El miedo puso barrotes a tu hogar, fuerza a tu caja, y agua a tu piscina
El miedo pidió renta al teatro, diezmo a tus cuadros, explicación a tu creatividad
El miedo dibujo los límites de tu mapa, desautonomizó tu comunidad, te aclaro donde vivías
El miedo te busco en cada pregunta, en cada rincón y diseño para tí un mundo de bienes y dueños
El miedo se sentó en tu banco, en el del vecino, la pareja y el amigo
El miedo inundó cada poro de tu piel y te ahogó en cerveza caliente, en paredes vacías, en multas impagables
El miedo hizo, ahora es hora de deshacer...
Y dejar las ventanas y correr a la calle a ejercer tu libertad
Y derretir barrotes y bañarse en el mar
Y llevar el teatro, el lienzo y la creatividad a cada rincón del mundo hostín que nos rodea
Y quemar mapas, comunidades y viviendas
Y responder, y huir del dueño y de sus bienes
Y sentarse en la hierba con el vecino, la pareja y el amigo
Y beber cerveza helada mientras hacemos un collage con nuestras multas en una pared virgen
Ahora es hora, y minuto y segundo...
Ahora es el resto de nuestra vida...
Quién te pidió a ti...
Vivo
en una urbanización vallada en la uqe dos bloques de pisos comparten piscina,
suelo y jardín. Es una propiedad privada colectiva. Desde mi ventana escucho
cómo los niños de mi urbanización juegan y chapucean en dicha piscina, mía
también, pues soy parte de este colectivo.
A
veces se cuelan otros niños del barrio de allado, donde no hay propiedades
privadas colectivas con piscina, en todo caso, bloques de pisos privados.
Entran en mi lugar privado y exclusivo para disfrutar de mi piscina privada y
exclusiva porque quieren jugar con los niños cuyos padres poseen privadamente
dicho espacio de ocio. Me pregunto si es entonces un espacio de “ocio privado”.
Desde
mi ventana (que forma parte de mi casa, propiedad privada del banco que concede
la oportunidad a mis padres de poseer, como él, una propiedad privada), veo las
ventanas del bloque de en frente: Las persianas están casi bajadas, encerradas
en una serie de rectángulos formados por barrotes. Es el hogar de otra familia
que seguramente anda también a medio camino entre la propiedad privada “propia”
y la propiedad privada del banco con el que están hipotecados.
Me pregunto que si fuera una ladrona de
casas: ¿dónde entraría antes?, ¿dónde vería más fácil adueñarme, es decir,
hacer de mi propiedad, las propiedades privadas de otras familias? Sin duda no
sería en el piso de los barrotes…no sería ninguno de los pisos cuyas ventanas
están protegidas con barrotes y persianas metálicas cromadas en blanco para no
desentonar con la estética de la propiedad privada colectiva que es mi
urbanización. No considero oportuno hablar de “nuestra” urbanización pues no
somos un grupo afín de personas con intereses comunes, en todo caso, sólo somos
vecinos, y cada uno tiene un trabajo distinto, una ideología distinta, un gusto
estético distinto, que sólo queremos compartir con “los nuestros”, porque
también poseémos personas, a quienes llamamos amigos, pareja, o familiares.
Muchas
vecinas(no es por ser machista, pero en mi barrio eso de la igualdad entre
hombres y mujeres, no es necesario, las cosas se hacen como siempre se han
hecho, como Dios manda…) hablan entre ellas mientras sus hijos juegan con los
niños cuyos padres no poseen esta urbanización, ni siquiera un solo parking del
garaje, el cual, obviamente, también es propiedad privada de cada uno de los
poseedores de los coches privados que también poseen dicho garaje.
Si fuera ladrona entraría por una ventana sin
barrotes, entraría por ejemplo a mi piso, a través de la ventana de mi cuarto…
¡Vaya! Surge el temor de que me roben mis pertenencias: mi ordenador, mi radio,
mi móvil, y si siguen por el pasillo hacia el resto de mi casa: mi microondas,
mi tostadora, mi tele, mi módulo de vía digital, mi DVD, joyas, dinero…
Entonces
pienso que mi vecino de en frente, el de la ventana con barrotes, ha sido un
egoísta pues brinda la oportunidad a un también egoísta ladrón de decidir más
fácilmente dónde robar. Mis padres no ponen barrotes porque dicen que son
demasiado caros…supongo que mi vecino de en frente tiene más dinero, incluso
tendrá una caja fuerte, y eso, obviamente, lo tendrá en cuenta el ladrón a la
hora de robar. Definitivamente mi casa es más “robable”, mi propiedad es menos
privadas, más accesible.
Desde
un pensamiento lógico y objetivo, el fácil entender que el ladrón elija mi
piso: por qué querría complicarse la vida robándole a alguien mejor preparado,
con mayor privacidad, con un tesoro tan grande que jamás podría dejar que se lo
quitasen de su propiedad. Apuesto incluso que su reacción sería más agresiva:
obviamente NADIE debería desposeerlo de aquello que posee…Es verdad que no lo
posee del todo pues recordemos que aún está pagando la hipoteca (esta
urbanización tiene menos de 10 años). El banco posee dicha propiedad y dichos
bienes materiales antes que mi vecino. El banco posee, aunque no los utilice,
la piscina, el jardín, el parque de los niños, antes que cualquiera de los
propietarios que usan este espacio colectivo privado. El banco, de hecho, posee
no sólo esta urbanización, sino también la de al lado. Pensaréis que es algo
ingenuo hablar del banco como un ente abstracto, casi divino, inmaterial; y así
es. Existen muchos bancos, cada uno tiene sus propiedades como la familia que
tiene televisión, sofás, ordenadores, lavadoras, ropa, cuadros, estanterías, libros,
incluso cosas tan pequeñas y concretas como marcapáginas!
Los hijos de mis vecinos cada vez son más
ruidosos ahí abajo en la piscina…Me pregunto (¡cuántas preguntas!)si los niños
que vienen de fuera de la urbanización se sentirán tan decepcionados como yo
cuando uno de los padres o el propio guarda de seguridad (recordemos que es
peligroso no proteger una propiedad privada de los ladrones) como los barrotes
de la ventana de mi vecino, les impide disfrutar del chapuzón perfecto que
cualquier persona desea en verano: ese momento único de sentir el agua entre
tus pies y tus manos, que te acaricia el pelo y te hace cosquillas al nadar,
que te lleva a un espacio y tiempo pasado casi olvidado cuando no sabías ni lo
que era un barrote, ni lo que era una tele, ni un ladrón, ni un banco…Quizás no
sea explícito dicho recuerdo, pero quién va a negar que un niño disfruta mil
veces más de la piscina que sus padres con sus posesiones…
Apuesto
a que sí, a que se sentirán tan decepcionados como yo cuando quiero ver una
obra de teatro y me piden trozos de metal y de papel (de mi propiedad, por
supuesto) para poder formar parte durante unas horas de la propiedad colectiva
que supone el teatro; o cuando quiero disfrutar de una buena cerveza fresquita
en la calle, cuyo precio varía entre el triple del precio real y los 300€ de
multa unos metros más allá del mismo. O cuando quiero contarle a todo el mundo
mi opinión en forma de arte y me piden enclaustrarme en un museo o pagar 2000€
por hacerlo en un muro, propiedad privada de, en muchos casos, un banco…me
pregunto, también, si vivirán los banqueros tras esos muros, de lo contrario,
es propiedad privada de…de nadie. Pero esque tampoco me dejan ante mi gran
decepción compartida con el niño que sólo quería chapotear en el agua, habitar
dicho espacio de nadie. PERO, es que: de nadie es también la parte de fuera de
esos muros, de nadie es la acera sobre la que quería refrescarme, y es más! ¿de
quién es la piscina de mi urbanización si ni el que la protege la posee, ni los
que la usan son los propietarios últimos de sus pisos? Parece ser que nada es
de nadie, qué locura!
Creo
que el temor a que me roben proviene de aquella idea del ladrón y los barrotes,
creo que el miedo a que me roben, proviene directamente, en cada lugar a cada momento,
de que me robe el mismo poseedor, los mismos poseedores de la propiedad
colectiva de propiedades colectivas que supone este entramado caótico (en el
sentido menos científico y más sensacionalista de la palabra) que llamamos
ciudad. Y si a esta ciudad pertenecen también los pueblos de alrededor; y si
esta ciudad pertenece (es poseída también) por una comunidad “autónoma”, y ésta
por un país, y éste por un colectivo privado de países regido por los que más
barrotes y cajas fuertes tienen, como si de pisos de una urbanización se
tratase…¿DÓNDE ESTÁ EL LÍMITE?
Os
diré dónde está: está en tus joyas, en tu caja fuerte, en los barrotes de tu
ventana, en el guarda de seguridad de la piscina, en la cancela de tu
urbanización, en el precio de una cerveza, en una casa vacía (que deja de ser
un hogar y pasa a ser un cubículo sin sentido), en tu coche, en tu móvil, en el
museo que visitas, en las piezas(despedazadas) de arte que allí ves y que gente
que posee más que tú compran, en lo que invertimos para que NADIE financie su
cada vez más privada y menos colectiva realidad, que no es la mía, que no es,
reitero, la de NADIE.
Y
ahora quién me pide a mí que no quiera romper en todo momento cada uno de los
límites que NADIE me ponga. Quién me pide que no deje pasar al niño del barrio
de al lado, quién me pide que no exprese con todas mis ganas y mi mejor gama de
colores lo que pienso en el muro más visto de toda la calle mientras mis
limitados vecinos, amigos y familiares se mueren de envidia por beber cerveza
fría en su rincón preferido de la ciudad a cambio de pagar tres veces más que
yo en el bar privado, y diez veces más que yo en el museo para que, encima, no
puedan más que observar, como el que cuenta ovejas para dormirse, cuadros y
esculturas de personas igual de jodidas y envidiosas que ellos!
Y
ahora, por no perder la costumbre, pregunto:
¡¿QUIÉN TE PIDIÓ A TI MIRAR POR LA VENTANA Y DUDAR DE TU MALDITA
LIBERTAD?!
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