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domingo, 17 de junio de 2012

Quién te pidió a ti...


Vivo en una urbanización vallada en la uqe dos bloques de pisos comparten piscina, suelo y jardín. Es una propiedad privada colectiva. Desde mi ventana escucho cómo los niños de mi urbanización juegan y chapucean en dicha piscina, mía también, pues soy parte de este colectivo.
A veces se cuelan otros niños del barrio de allado, donde no hay propiedades privadas colectivas con piscina, en todo caso, bloques de pisos privados. Entran en mi lugar privado y exclusivo para disfrutar de mi piscina privada y exclusiva porque quieren jugar con los niños cuyos padres poseen privadamente dicho espacio de ocio. Me pregunto si es entonces un espacio de “ocio privado”.
Desde mi ventana (que forma parte de mi casa, propiedad privada del banco que concede la oportunidad a mis padres de poseer, como él, una propiedad privada), veo las ventanas del bloque de en frente: Las persianas están casi bajadas, encerradas en una serie de rectángulos formados por barrotes. Es el hogar de otra familia que seguramente anda también a medio camino entre la propiedad privada “propia” y la propiedad privada del banco con el que están hipotecados.

  Me pregunto que si fuera una ladrona de casas: ¿dónde entraría antes?, ¿dónde vería más fácil adueñarme, es decir, hacer de mi propiedad, las propiedades privadas de otras familias? Sin duda no sería en el piso de los barrotes…no sería ninguno de los pisos cuyas ventanas están protegidas con barrotes y persianas metálicas cromadas en blanco para no desentonar con la estética de la propiedad privada colectiva que es mi urbanización. No considero oportuno hablar de “nuestra” urbanización pues no somos un grupo afín de personas con intereses comunes, en todo caso, sólo somos vecinos, y cada uno tiene un trabajo distinto, una ideología distinta, un gusto estético distinto, que sólo queremos compartir con “los nuestros”, porque también poseémos personas, a quienes llamamos amigos, pareja, o familiares.
Muchas vecinas(no es por ser machista, pero en mi barrio eso de la igualdad entre hombres y mujeres, no es necesario, las cosas se hacen como siempre se han hecho, como Dios manda…) hablan entre ellas mientras sus hijos juegan con los niños cuyos padres no poseen esta urbanización, ni siquiera un solo parking del garaje, el cual, obviamente, también es propiedad privada de cada uno de los poseedores de los coches privados que también poseen dicho garaje.

  Si fuera ladrona entraría por una ventana sin barrotes, entraría por ejemplo a mi piso, a través de la ventana de mi cuarto… ¡Vaya! Surge el temor de que me roben mis pertenencias: mi ordenador, mi radio, mi móvil, y si siguen por el pasillo hacia el resto de mi casa: mi microondas, mi tostadora, mi tele, mi módulo de vía digital, mi DVD, joyas, dinero…
Entonces pienso que mi vecino de en frente, el de la ventana con barrotes, ha sido un egoísta pues brinda la oportunidad a un también egoísta ladrón de decidir más fácilmente dónde robar. Mis padres no ponen barrotes porque dicen que son demasiado caros…supongo que mi vecino de en frente tiene más dinero, incluso tendrá una caja fuerte, y eso, obviamente, lo tendrá en cuenta el ladrón a la hora de robar. Definitivamente mi casa es más “robable”, mi propiedad es menos privadas, más accesible.
Desde un pensamiento lógico y objetivo, el fácil entender que el ladrón elija mi piso: por qué querría complicarse la vida robándole a alguien mejor preparado, con mayor privacidad, con un tesoro tan grande que jamás podría dejar que se lo quitasen de su propiedad. Apuesto incluso que su reacción sería más agresiva: obviamente NADIE debería desposeerlo de aquello que posee…Es verdad que no lo posee del todo pues recordemos que aún está pagando la hipoteca (esta urbanización tiene menos de 10 años). El banco posee dicha propiedad y dichos bienes materiales antes que mi vecino. El banco posee, aunque no los utilice, la piscina, el jardín, el parque de los niños, antes que cualquiera de los propietarios que usan este espacio colectivo privado. El banco, de hecho, posee no sólo esta urbanización, sino también la de al lado. Pensaréis que es algo ingenuo hablar del banco como un ente abstracto, casi divino, inmaterial; y así es. Existen muchos bancos, cada uno tiene sus propiedades como la familia que tiene televisión, sofás, ordenadores, lavadoras, ropa, cuadros, estanterías, libros, incluso cosas tan pequeñas y concretas como marcapáginas!

  Los hijos de mis vecinos cada vez son más ruidosos ahí abajo en la piscina…Me pregunto (¡cuántas preguntas!)si los niños que vienen de fuera de la urbanización se sentirán tan decepcionados como yo cuando uno de los padres o el propio guarda de seguridad (recordemos que es peligroso no proteger una propiedad privada de los ladrones) como los barrotes de la ventana de mi vecino, les impide disfrutar del chapuzón perfecto que cualquier persona desea en verano: ese momento único de sentir el agua entre tus pies y tus manos, que te acaricia el pelo y te hace cosquillas al nadar, que te lleva a un espacio y tiempo pasado casi olvidado cuando no sabías ni lo que era un barrote, ni lo que era una tele, ni un ladrón, ni un banco…Quizás no sea explícito dicho recuerdo, pero quién va a negar que un niño disfruta mil veces más de la piscina que sus padres con sus posesiones…
Apuesto a que sí, a que se sentirán tan decepcionados como yo cuando quiero ver una obra de teatro y me piden trozos de metal y de papel (de mi propiedad, por supuesto) para poder formar parte durante unas horas de la propiedad colectiva que supone el teatro; o cuando quiero disfrutar de una buena cerveza fresquita en la calle, cuyo precio varía entre el triple del precio real y los 300€ de multa unos metros más allá del mismo. O cuando quiero contarle a todo el mundo mi opinión en forma de arte y me piden enclaustrarme en un museo o pagar 2000€ por hacerlo en un muro, propiedad privada de, en muchos casos, un banco…me pregunto, también, si vivirán los banqueros tras esos muros, de lo contrario, es propiedad privada de…de nadie. Pero esque tampoco me dejan ante mi gran decepción compartida con el niño que sólo quería chapotear en el agua, habitar dicho espacio de nadie. PERO, es que: de nadie es también la parte de fuera de esos muros, de nadie es la acera sobre la que quería refrescarme, y es más! ¿de quién es la piscina de mi urbanización si ni el que la protege la posee, ni los que la usan son los propietarios últimos de sus pisos? Parece ser que nada es de nadie, qué locura!

Creo que el temor a que me roben proviene de aquella idea del ladrón y los barrotes, creo que el miedo a que me roben, proviene directamente, en cada lugar a cada momento, de que me robe el mismo poseedor, los mismos poseedores de la propiedad colectiva de propiedades colectivas que supone este entramado caótico (en el sentido menos científico y más sensacionalista de la palabra) que llamamos ciudad. Y si a esta ciudad pertenecen también los pueblos de alrededor; y si esta ciudad pertenece (es poseída también) por una comunidad “autónoma”, y ésta por un país, y éste por un colectivo privado de países regido por los que más barrotes y cajas fuertes tienen, como si de pisos de una urbanización se tratase…¿DÓNDE ESTÁ EL LÍMITE?

Os diré dónde está: está en tus joyas, en tu caja fuerte, en los barrotes de tu ventana, en el guarda de seguridad de la piscina, en la cancela de tu urbanización, en el precio de una cerveza, en una casa vacía (que deja de ser un hogar y pasa a ser un cubículo sin sentido), en tu coche, en tu móvil, en el museo que visitas, en las piezas(despedazadas) de arte que allí ves y que gente que posee más que tú compran, en lo que invertimos para que NADIE financie su cada vez más privada y menos colectiva realidad, que no es la mía, que no es, reitero, la de NADIE.

Y ahora quién me pide a mí que no quiera romper en todo momento cada uno de los límites que NADIE me ponga. Quién me pide que no deje pasar al niño del barrio de al lado, quién me pide que no exprese con todas mis ganas y mi mejor gama de colores lo que pienso en el muro más visto de toda la calle mientras mis limitados vecinos, amigos y familiares se mueren de envidia por beber cerveza fría en su rincón preferido de la ciudad a cambio de pagar tres veces más que yo en el bar privado, y diez veces más que yo en el museo para que, encima, no puedan más que observar, como el que cuenta ovejas para dormirse, cuadros y esculturas de personas igual de jodidas y envidiosas que ellos!

Y ahora, por no perder la costumbre, pregunto: 
¡¿QUIÉN TE PIDIÓ A TI MIRAR POR LA VENTANA Y DUDAR DE TU MALDITA LIBERTAD?!

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