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lunes, 10 de diciembre de 2012

Centro de estudios chamánicos y expansión de la conciencia. Brasil.

"Es profundamente excitante y fructífero el hecho de que el chamanismo, las "técnicas arcaicas del éxtasis" según la feliz definición de Mircea Elíade, estén nuevamente en destaque en nuestros días. Desde las incursiones de algunos botánicos y etnógrafos del siglo pasado a las selvas sudamericanas , que la comunidad científica está demostrando un creciente interés por la contribuición que las plantas sicoactivas pueden dar, tanto para establecer una cartografía de la conciencia, sino para una solución de los grandes engimas de la espécie humana.

En torno a esta cuestión sobre los efectos de estas plantas en el sistema nervioso central, su papel como factor estruturador da autoconciencia del hombre y en la creación del propio pensamiento religioso, está se creando un campo de estudios común entre el saber científico y la experiencia mística. Si estas técnicas, chamánicas, principalmente las que se sirven de las plantas sagradas, fueron responsables en el pasado por las visiones que dieron origen a las grandes revelaciones espirituales, seguramente aún, ella nos estarán transmitiendo el mismo mensaje. Y para nuestra conciencia es al mismo tiempo el aparato receptor y el escenario donde ese mensaje es revelado a nosotros.

Eso es válido tanto para las técnicas chámanicas tradicionales como para las religiones enteógenas, fenómeno reciente, de los cuales el Culto del Santo Daime en Brasil, de la Iboga en el Gabón y de Peyote en los EE. UU. son los mayores exponentes. Todos eses cultos utilizan un sacramento enteógeno, una planta sicoactiva que en contexto apropiado, produce una expansión de la conciencia y una experiencia de cuño eminentemente místico.

En estes cultos, la comunión con la entidad enteógena produce experiencias distintas y profundamente significativas para todos aquellos que participan de esta comunión. El lenguaje visionario nos torna conscientes de un ethos y de un dharma que hasta ahora juzgábamos hacer parte apenas de los libros que tratan de un pasado remoto. Pero esta gradiosidad, ausente en nuestro nivel de conciencia ordinario, está siempre presente en el mundo numinoso y feérico de la visión. Está presente aquí y ahora, desde que queramos creer en ella y la asumir en nuestra vida cotidiana. Es bueno creer que hacemos parte de un destino mucho más noble, que reposa en el conocimiento del ser y que puede ser revelado por el sacramento enteógeno a cualquier mortal ordinario y pecador. La experiencia con las plantas sagradas no es la única que ayuda realizar este destino. Pero por ser un atajo, es el camino más corto.

Esa es la auténtica buena nueva que está siendo anunciada a todos los buscadores de la verdad, confirmando la promesa hecha hace más de dos mil años. ¿Quién es ese nuevo y misterioso mesajero? Para algunos siconautas se trata de un alcaloide, de un mensaje cifrado depositado en el mundo vegetal por una especie de Inteligencia Alienígena. Para otros, es un nivel de consciencia donde podemos vivenciar la realidad del Yo Superior y del propio Dios.
Mismo considerada de maneras tan distintas, ¿de dondé nace esa voz capaz de nos elevar espiritualmente y ayudar la salvación no sólo de nuestra alma, pero también de nuestra espécie? ¿Del hondo de nuestro ser? ¿De la perla azul donde se encuentra la sede de nuestro Yo? ¿Del loto de mil pétalos? ¿De la Baraka del Sheikh, de la presencia del Mahatma o de un jugo de una liana de la selva? ¿ O será que ella está siendo oída por nosotros provenida de la velocidad de la luz, desde las entrañas de la eternidad? Las sensaciones son verdaderas y la conciencia humana es el punto de intersección entre el interior y el más allá, entre el ser profundamente íntimo e ínfimo, y el Cosmos, sin límite ni tiempo. Las Upanishads enseñan: Tú eres eso!

Desde el comienzo de la edad de oro, aurora de los tiempos, que el poeta griego Homero llamó de "aurora de los dedos de rosa", que las plantas sagradas despiertan en los hombres el recuerdo de sus orígines, la nostalgia del sagrado y el anhelo de esa re-conexión con lo que se constituye en el misterio esencial de su existencia. Podemos tener una idea de interese tal cual este tema tenía en la antigüedad, cuando tenemos en cuenta la celebración casi ininterrumpida de los cultos de Eleusis durante 2.400 años.

En este grandioso festival iniciático, que tuvo lugar en la ciudad de mismo nombre, culminando meses de preparación y peregrinaciones, era realizado un gran trabajo espiritual. El templo abrigaba dos mil personas. Y el Gran Hierofante conducía la ceremonia donde era recordada y representada la leyenda del rapto de Perséfone, hija de la Diosa Deméter, por Hades, Dios de la Muerte, que la llevaba para el Reino de los Espíritus. El momento culminante del ritual era cuando, bajo el efecto del hongo claviceps purpurea, todos los presentes tenían visiones colectivas sobre la historia de la Diosa y una comprensión profunda de su contenido simbólico y significado espiritual.

En nuestros días, la aurora ya está cediendo su lugar a los tonos inciertos del crepúsculo. El búho de Minerva está volando en los cielos y nos trayendo nuevos presagios sobre el destino de la humanidad. Nada más natural que, después de más o menos 1.600 años, desde que el Culto de Eleusis fue suplido por la naciente organización eclesiástica cristiana, el mensajero enteógeno esté de vuelta, en la forma de una planta sagrada que desempeña el mismo papel que los avatares del pasado, de instruirnos en los momentos de crisis y decadencia de la verdad.

Dicen que, periódicamente, la fuerza espiritual que sostiene y da forma a este planeta cambia de lugar, lo que explicaría los súbitos ciclos de decadencia y de florecimiento de culturas y tradiciones religiosas. Así pasó a los cultos del Soma en el inicio del periodo védico, a los Misterios de Eleusis en la Grecia Antigua, a las tradiciones cristianas gnósticas y esotéricas, a los yoguis del Tibet, a la Cabala de España Islámica, a los Incas y Aztecas hasta que lleguemos a los pueblos y culturas remanentes del Edén Original, situado en la selva sudamericana. Parece que fue allí que Dios sembró gran parte de su farmacopea enteógena.

Porta do Sol

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